El gobierno de Estados Unidos ha anunciado recientemente un incremento en los aranceles agrícolas, una decisión que podría tener serias repercusiones en Colombia, un país cuya identidad y economía están profundamente ligadas a la producción cafetera. Con más de 500.000 familias dependiendo directamente del cultivo del café, cualquier barrera comercial impuesta por el mayor comprador de nuestro grano puede significar un golpe devastador para el sector y, en consecuencia, para la estabilidad económica del país.
Desde hace décadas, el café colombiano ha gozado de un prestigio inigualable en los mercados internacionales gracias a su calidad y a la tradición que lo respalda. Sin embargo, los nuevos aranceles impuestos por EE.UU. encarecerían el producto para los importadores y consumidores estadounidenses, reduciendo la competitividad del grano colombiano frente a otros países productores como Brasil, Vietnam y Etiopía. Esto, sumado a la crisis de precios que ya afecta al sector, puede hacer que muchos productores colombianos se enfrenten a una situación insostenible.
El sector cafetero colombiano ya ha tenido que lidiar con múltiples retos en los últimos años: desde el cambio climático que afecta los cultivos hasta el incremento de los costos de producción y la volatilidad en los precios internacionales. La imposición de nuevos aranceles representaría una nueva carga que podría traducirse en la reducción de exportaciones, la pérdida de empleos en las zonas rurales y una disminución en la inversión en el sector.
“Además, el impacto no se limitaría únicamente a los caficultores. Empresas de exportación, tostadores y toda la cadena de valor del café sufrirían las consecuencias de esta medida proteccionista, generando un efecto dominó que afectaría desde el campo hasta las ciudades.”
Sin acciones inmediatas
Ante esta amenaza comercial, el gobierno colombiano debe actuar con urgencia y definir una política pública integral que proteja a los caficultores y a todos los actores de la cadena productiva. Es imperativo que se implementen estrategias para diversificar los mercados de exportación, fortaleciendo la presencia del café colombiano en regiones como Asia y Medio Oriente. Asimismo, es fundamental incentivar la producción de cafés especiales y con valor agregado que permitan reducir la dependencia del mercado estadounidense.
El campesinado y el sector productivo cafetero colombiano no puede quedar a merced de la improvisación de la política arancelaria del gobierno norteamericano y de los tropiezos del gobierno colombiano en materia diplomática. Se requieren acciones urgentes para los sectores más afectados agrícolas, esto va incluso va más allá del café, necesitamos promover un agro competitivo, el país necesita con urgencia reducir los costos del transporte de mercancía hacia los puertos y es necesario generar estímulos transitorios para toda la cadena productiva cafetera, así mismo programas de innovación tecnológica que permitan mejorar la productividad sin aumentar los costos, sin embargo lo más importante es dar apertura a más mercados en tiempos donde los tratados comerciales están pasando a un segundo plano. Sin acciones concretas, el país se enfrenta a un escenario donde su producto insignia y su economía rural podrían verse gravemente perjudicados, el país tiene una gran deuda con los cafeteros que sostuvieron la economía nacional por décadas, no es momento de dar la espalda y esperar que el iceberg aparezca.