La seguridad en Colombia atraviesa un momento complejo, marcado tanto por avances marginales como por desafíos persistentes que reflejan la profundidad de las problemáticas sociales y políticas. A pesar de mejoras aisladas en indicadores específicos, la situación de seguridad en el territorio nacional sigue evidenciando la grave influencia del crimen organizado, la corrupción, y un conflicto armado que, lejos de desvanecerse, continúa afectando la vida cotidiana y el desarrollo económico de los ciudadanos.
Colombia logró romper un estancamiento en el Índice de Percepción de la Corrupción (2023), alcanzando 40 puntos de 100, una mejora leve pero significativa tras cinco años sin avances. Con esta puntuación, el país asciende al puesto 87 entre 180 países evaluados, lo que refleja una leve mejoría interna, sin embargo, esto está explicado porque varios países que superaban a Colombia en este índice hoy están peor, más que por méritos propios. No obstante, este resultado sigue evidenciando un entorno donde la corrupción erosiona derechos fundamentales y permite que redes criminales proliferen. Esto se enlaza con un preocupante segundo lugar a nivel mundial en el Índice Global de Crimen Organizado 2023, que contempla el balance de los mercados criminales al interior del país y sus actores criminales; situación que coloca a Colombia en una coyuntura crítica en términos de seguridad.
En el primer semestre de 2024, el país ha mostrado avances y retrocesos en los indicadores de seguridad ciudadana. El Ministerio de Defensa reporta una disminución de 2.2% en los homicidios en comparación con el mismo período en 2023, y aunque Bogotá, Medellín y Cali han experimentado descensos notables en sus tasas de homicidio (2%, 20% y 18%, respectivamente), otras ciudades muestran cifras alarmantes. En Barranquilla, por ejemplo, los homicidios aumentaron un 25%, en Cúcuta el incremento fue del 23%, en Ibagué y Bucaramanga del 15% y del 6% en Cartagena. Estos contrastes destacan las profundas diferencias en la efectividad de las políticas de seguridad entre ciudades, lo que presenta un panorama agridulce pues, mientras que en las tres ciudades más grandes del país la tasa de homicidio disminuye, en el resto de ciudades capitales analizadas aumenta.
El secuestro es otro aspecto que muestra disparidades en la información y los avances. Mientras el Ministerio de Defensa reporta una disminución del 34.2% en los casos de secuestro, la Fiscalía General de la Nación indica un aumento del 2.6% en nuevos procesos por este delito, lo que sugiere diferencias en la interpretación y registro de estos casos.
La extorsión continúa como uno de los delitos más problemáticos en Colombia, con un incremento del 27.5% en lo que va corrido del 2024 en comparación con 2023, alcanzando una tasa anualizada de 23 casos por cada 100,000 habitantes. Las regiones de los Llanos Orientales, el suroccidente y el occidente son las más afectadas, evidenciando que el control territorial de los grupos criminales desafía a la institucionalidad cada vez con mayor ímpetu.
El balance de la situación de seguridad en Colombia refleja la necesidad de una estrategia de seguridad multidimensional que no solo ataque el crimen a nivel urbano, sino que también aborde las raíces estructurales de la criminalidad y la violencia en el país. Si bien hay logros específicos, como la reducción de homicidios en algunas ciudades y la disminución de hurtos, el aumento de la extorsión y el desplazamiento forzado masivo indica que los esfuerzos actuales aún son insuficientes. Además, la corrupción sigue minando las posibilidades de un progreso sostenido en todos los ámbitos incluyendo la seguridad pública.
Enfrentar estos retos requiere un fortalecimiento institucional profundo, que incluya tanto recursos económicos como una lucha decidida contra la corrupción, así como una articulación entre los diferentes niveles de gobierno. La cooperación internacional y el uso de nuevas tecnologías de seguridad pueden aportar a este esfuerzo, pero sin un compromiso político sostenido y una justicia efectiva, cualquier avance es efímero. Colombia se encuentra en una encrucijada donde la acción o la inacción determinarán el futuro de su seguridad y estabilidad democrática.