Durante el primer mes de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha implementado una serie de estrategias relacionadas con medidas arancelarias que han empezado a reconfigurar el panorama del comercio internacional. Estas decisiones no solo han impactado los mercados bursátiles, sino que también desencadenaron respuestas de sus principales socios comerciales, como China, México, Canadá y la Unión Europea, escalando una “guerra comercial” con repercusiones globales.
Desde 2018, la administración Trump promovió una estrategia de proteccionismo económico bajo el lema “America First”. La premisa fundamental era corregir los déficits comerciales de EE.UU., proteger industrias estratégicas y responder a lo que se consideraban prácticas comerciales “desleales”, particularmente por parte de China. Entre las medidas implementadas se encontraban la imposición de aranceles del 25 % sobre el acero y del 10 % sobre el aluminio a varios países, incluidos Canadá, México y la Unión Europea. Además, se establecieron aranceles del 25 % a 50.000 millones de dólares en importaciones chinas, con represalias inmediatas por parte del gigante asiático. Para 2019, los aranceles sobre productos chinos alcanzaron los 360.000 millones de dólares, afectando industrias clave como la tecnología, la manufactura y la agricultura. Ahora “en 2025, Trump anunció la imposición de aranceles sobre importaciones de México, Canadá y China, bajo justificaciones de seguridad nacional”. (El País, 2025).
En su momento, el impacto macroeconómico de la guerra comercial se reflejó en varios indicadores. En 2019, el Fondo Monetario Internacional redujo la proyección de crecimiento mundial del 3,6 % al 3,0 %, citando incertidumbres derivadas del contexto comercial. La Tax Foundation estimó que las tarifas arancelarias impuestas por Trump reducirían el PIB de Estados Unidos en un 0,4 % a largo plazo. A nivel financiero, los mercados experimentaron alta volatilidad, con caídas en las bolsas y un aumento en el valor del oro, reflejando la percepción de riesgo entre los inversionistas.
En la actualidad, los sectores más afectados por estas políticas incluyen la industria automotriz, la agricultura y la tecnología. México, altamente dependiente del comercio con el país del norte, ya empezó a sufrir disrupciones en sus cadenas de producción, especialmente en la manufactura de vehículos y autopartes. En el sector agrícola, los aranceles chinos como respuesta a las medidas del gobierno Trump, sobre productos estadounidenses, como la soya y el maíz, pueden generar pérdidas multimillonarias para los agricultores norteamericanos. En cuanto a la industria tecnológica, compañías como Apple, Microsoft y Google están en riesgo de enfrentar investigaciones, sanciones y costos elevados debido a los gravámenes sobre insumos clave importados desde China.
La “Guerra Comercial” a la luz de la Geoeconomía
Edward Luttwak introdujo el concepto de geoeconomía, que se define como la utilización de herramientas económicas para alcanzar objetivos geopolíticos, sustituyendo la confrontación militar por estrategias comerciales y financieras (Luttwak, 1990). Bajo esta perspectiva, los aranceles y barreras comerciales dejan de ser meros instrumentos económicos para convertirse en herramientas de poder y control.
La “guerra comercial” de Trump encaja dentro de esta visión, donde los aranceles no solo buscan equilibrar la balanza comercial, sino también ejercer presión política sobre sus adversarios. El caso de China es ilustrativo: la administración Trump utilizó medidas arancelarias para presionar a Beijing en temas como la propiedad intelectual y el acceso al mercado, buscando forzar al gigante asiático a negociar acuerdos comerciales más favorables para los EE.UU.
Es así, como la geoeconomía se puede vincular con varias teorías de relaciones internacionales. Desde el realismo económico de Robert Gilpin (2001), quien argumenta que los estados utilizan el comercio como un instrumento de poder nacional, hasta la interdependencia compleja de Keohane y Nye (2012), quienes sostienen que la globalización limita el impacto de estrategias coercitivas, dado que las economías están profundamente interconectadas. Estos enfoques ayudan a comprender por qué, aunque Estados Unidos intenta usar el comercio como un arma de presión, también es susceptible de sufrir consecuencias negativas debido a la interdependencia de las cadenas globales de valor.
El análisis de la guerra comercial.
El impacto de la guerra comercial debe analizarse desde múltiples dimensiones. En términos económicos, esta guerra costó a los EE.UU. en 2019 aproximadamente 300.000 empleos, especialmente en sectores industriales y agrícolas (Huffington Post, 2025). Además, la inflación aumentó debido a los mayores costos de importación, afectando a los consumidores y reduciendo el poder adquisitivo de la clase media. China, por su parte, aceleró su estrategia de diversificación comercial, firmando acuerdos con la Unión Europea, América Latina y África para reducir su dependencia con el gigante norteamericano.
En el ámbito político, la guerra comercial reforzó alianzas estratégicas entre países afectados por las medidas arancelarias estadounidenses. México y Canadá fortalecieron sus relaciones comerciales con la Unión Europea y Asia, mientras que China impulsó políticas de autosuficiencia tecnológica y expansión comercial a través de la estrategia de la “nueva ruta de la seda” y “el collar de perlas”, que en conjunto abarcan todo el mundo.
Los defensores de las medidas de Trump argumentan que estas eran necesarias para equilibrar la balanza comercial y proteger empleos estadounidenses. Sin embargo, los críticos advierten que el incremento de los aranceles encarece productos, afectan la competitividad y pueden llevar a represalias perjudiciales. El Banco Mundial ha señalado que el proteccionismo puede reducir el crecimiento económico global en un 1,2 %, lo que representa una amenaza para el comercio internacional.
A nivel estratégico, si se repiten las políticas proteccionistas del pasado, estas podrían debilitar la influencia económica global de EE.UU. Si otros países optan por diversificar sus mercados y reducir su dependencia de la economía estadounidense, se podría acelerar la transición hacia un orden mundial unipolar, en el cual China desempeñaría el papel protagónico. Esto plantea interrogantes sobre el futuro del orden económico global y la sostenibilidad del proteccionismo como estrategia de poder.
Conclusiones
Las políticas arancelarias de Trump representan un caso emblemático de la geoeconomía, donde el comercio se convierte en un arma de poder internacional. Si bien estas medidas buscaron en su día y hoy nuevamente buscan corregir déficits y proteger industrias nacionales, sus efectos secundarios incluyen inflación, represalias y una posible disminución del liderazgo global de Estados Unidos. A medida que la economía global evoluciona, es crucial evaluar cuidadosamente las implicaciones de estas estrategias y considerar enfoques más cooperativos que fortalezcan el comercio sin comprometer la estabilidad geopolítica.
Qué buen artículo! Bien resumido el interés comercial como mecanismo de poder.