El 20 de enero de 2025, Donald Trump asume nuevamente la presidencia de los Estados Unidos en un contexto político tanto local como internacional muy distinto al de su primer mandato. Su regreso al poder trae consigo un estilo de gobernar que ya conocemos: populista, impredecible y orientado hacia la defensa de los intereses nacionales de su país. Desde la perspectiva de Colombia, este segundo mandato presenta una serie de retos y oportunidades que podrían definir el futuro de la relación bilateral.
Uno de los pilares de la política exterior de Trump en América Latina ha sido, y probablemente seguirá siendo, el control de la migración. Aunque su enfoque principal está en la frontera sur con México, las políticas migratorias endurecidas podrían impactar a la diáspora colombiana en Estados Unidos y dificultar el acceso a visas para profesionales y estudiantes colombianos. Esto podría complicar las oportunidades laborales y educativas, afectando a miles de ciudadanos que ven en EE. UU. una opción para avanzar en sus carreras y mejorar su calidad de vida.
Otro factor clave será la lucha contra el narcotráfico. Durante su primer mandato, Trump mostró una postura dura frente al narcotráfico en Colombia, presionando al gobierno colombiano a intensificar los esfuerzos para erradicar los cultivos de coca. Esta posición podría ser aún más intensa en su segundo mandato, dado el aumento del flujo de drogas hacia Estados Unidos. Colombia tendrá que equilibrar sus políticas de seguridad y desarrollo rural para evitar fricciones con Washington, mientras trabaja en la reducción de cultivos ilícitos y enfrenta las complejidades de implementar un acuerdo de paz aún en evolución.
El comercio será otra área crucial en la relación bilateral. Trump ha mostrado una inclinación por renegociar tratados y exigir mejores términos para los productos estadounidenses, lo que podría llevar a una revisión del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos. Esto podría significar cambios en las dinámicas de exportación, especialmente en sectores como la agricultura y la manufactura. Para Colombia, mantener y mejorar el acceso a los mercados estadounidenses será esencial para sostener su economía.
La seguridad hemisférica es otro ámbito donde Colombia podría beneficiarse de la relación con una administración Trump. Las preocupaciones sobre la expansión de la influencia de actores como China y Rusia en América Latina probablemente lleven a Washington a reforzar su cooperación militar y de seguridad con aliados clave, como Colombia. En este sentido, la cooperación en inteligencia y defensa podría fortalecerse, aunque con la expectativa de mayores compromisos por parte de Colombia en temas sensibles como la intervención en Venezuela.
A nivel global, el regreso de Trump al escenario internacional también plantea interrogantes sobre el rol de Estados Unidos en organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos (OEA). Su tendencia a priorizar los intereses nacionales sobre los compromisos multilaterales podría restar peso a la cooperación internacional en temas de derechos humanos y medio ambiente, donde Colombia ha buscado un papel más activo en los últimos años.
En resumen, la segunda presidencia de Donald Trump podría traer tanto tensiones como oportunidades para Colombia. Las áreas de mayor impacto serán la seguridad, el comercio y la política migratoria, donde Colombia tendrá que adaptarse a un enfoque más rígido de Washington. A pesar de los posibles desafíos, la historia ha demostrado que la relación bilateral entre Colombia y Estados Unidos tiene la capacidad de mantenerse sólida, siempre que se maneje con inteligencia y visión estratégica.