El devenir del hombre a lo largo de la historia tiene como constante la dicotomía entre lo antiguo y lo nuevo, el estatus quo y el cambio, lo volátil y lo perenne. Lo tradicional y la novedad, la decisión de cambiar o conservar.
En la actualidad esta tensión entre lo antiguo y lo nuevo está a flor de piel. A diferencia de épocas pasadas, donde la tensión se centraba en instituciones políticas, económicas o sociales, hoy el cambio pasa por la tecnología y la ciencia y buscan transformar no solo la naturaleza, también la esencia misma del ser humano.
Los avances a nivel de ciencia y tecnología han sido impresionantes y tan rápidos que la gente en su día a día no percibe los profundos cambios que se están cultivando alrededor del ser humano. Es en este contexto donde el pensamiento tradicional y conservador comienza a señalar la importancia de respetar la dignidad humana, la libertad, y en un sentido más amplio el alma humana.
Siempre el estatus quo tendrá miedo, desconfianza a los cambios, a lo nuevo, no solo por ser desconocido, sino por la incertidumbre de sus consecuencias. Ante los desarrollos de la genética, la física, la medicina, la economía y las finanzas, los estudios de la biología y las neurociencias, las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, la cibernética y la inteligencia artificial, los avances en energía, clonación, y exploración espacial, entre innumerables saberes y métodos, surge una pregunta fundamental.
“¿cómo pueden asimilarse estos avances sin avasallar al hombre, sin esclavizarlo ni reducirlo a un mero instrumento?”
que no solo se adapta a las nuevas tecnologías y ciencias, sino que corre el riesgo de ser asimilado y transformado por ellas en algo que trasciende su propia humanidad.
Avances como la inteligencia artificial, la clonación, la manipulación genética y la emergente posibilidad de crear híbridos humanos mediante la biomecánica y la incorporación de chips de cómputo en el cuerpo abren un amplio espectro de posibilidades para mejorar la sociedad y la condición humana.
Los beneficios
Entre los beneficios se podrían señalar la posibilidad de superar ciertas enfermedades degenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, así como el cáncer. También se vislumbra la mejora de las capacidades de producción económica mediante la automatización y la optimización de procesos. A partir de la inteligencia artificial y la robótica, se podría impulsar significativamente la ciencia y la tecnología, gracias al aumento de la capacidad de procesamiento de información y los prometedores avances en tecnologías basadas en la física cuántica.
Los avances en medicina, nuevos medicamentos, nuevos tratamientos podrán prolongar los años y calidad de vida de las personas. La esperanza de vida promedio ha aumentado de 45 años en 1850 a casi 80 años en los últimos años como resultado del progreso médico1. Así, la longevidad en las personas tiene que ver en muchos casos a los avances en la investigación médica y la innovación biomédica. Esto se expresa en avances como la resonancia magnética, la tomografía computarizada, las terapias para tratar el cáncer, el VIH y los avances en intervenciones quirúrgicas mínimamente invasivas.
En el sector agropecuario, el mejoramiento genético del ganado y de las semillas, comidas diseñadas en laboratorio se expresan en avances como la búsqueda de la resistencia a las enfermedades, la tolerancia de condiciones ambientales adversas, al mejoramiento de la calidad nutricional, la edición de genes través de técnicas como el CRISPR. Lo que conlleva a la mejora de la productividad, disponibilidad de más variedades de productos y la sostenibilidad ambiental en la producción, entre otros beneficios.
Los peligros
Un peligro significativo radica en la potencial pérdida de libertad individual. En un sistema donde gran parte del desarrollo tecnológico está orientado a generar beneficios económicos para las empresas creadoras, existe el riesgo de que las personas se conviertan en meros consumidores o arrendatarios de estos avances, limitando su autonomía y profundizando las desigualdades basadas, por ejemplo, en la biología. Así, la venta de información como el reconocimiento facial de empresas ya sea a otras industrias y/o gobiernos, llevando a la vigilancia total de la vida de las personas, limitando la movilidad, coartando la libre expresión a través de mecanismos de censura y facilitado el control por parte de los estados.
Una preocupación adicional derivada de los avances científicos y tecnológicos se relaciona con el uso de la información genética de las personas. Esto podría generar barreras para acceso a servicios de salud a través aseguradoras médicas, limitar el acceso a servicios educativos o incrementar los costos de estos servicios debido a la identificación de mayores riesgos genéticos entre las personas.
El creciente uso de la inteligencia artificial conlleva el riesgo de que muchos algoritmos contengan sesgos en los datos utilizados para su entrenamiento. Esto podría generar errores en tratamientos y atención médica, imprecisiones diagnósticas y sesgos culturales o sociales
que culminen en discriminación o desatención hacia comunidades específicas.
Desde el Cristianismo, principalmente el Católico, se presentan críticas a los avances científicos fundamentados en una visión material y meramente biológica del ser humano. En primer lugar, entre las diversas críticas, se señala la instrumentalización del ser humano como objeto de manipulación y experimentación, sin considerar su dimensión espiritual, trascendente y su condición de criatura creada por Dios a su imagen y semejanza.
En segundo lugar, la manipulación en los métodos científicos podría conllevar sufrimiento y pérdida de dignidad para el ser humano y, a través de las personas que participan en investigaciones sin respaldo ético, afectar a individuos y comunidades. En tercer lugar, se observa una tendencia a reducir la consideración de la dignidad humana, limitándola a la etapa posterior al nacimiento y al reconocimiento jurídico como persona. Esto podría exponer a los no nacidos, los ancianos y las personas con condiciones físicas o psicológicas especiales a manipulaciones o tratamientos que afecten su salud integral y su vida, como en el caso del aborto, la manipulación de embriones y fetos, o la consideración de la eutanasia como una forma de acelerar el final natural de la vida.
Por lo tanto, se puede concluir que la tensión entre tradición e innovación se centra actualmente en el avance científico-tecnológico. Este progreso, si bien ofrece beneficios en salud y producción, plantea interrogantes sobre la esencia, la libertad y la equidad humanas. Se concluye que, impulsado por la economía, presenta oportunidades pero también riesgos como la pérdida de libertad, el aumento de desigualdades y los sesgos en la inteligencia artificial.
La bioética católica aboga por el respeto a la dignidad humana integral y critica la instrumentalización y las prácticas que atentan contra la vida, promoviendo una guía ética para el desarrollo tecnológico en pro del bienestar humano total.
Por lo tanto, las visiones conservadoras no deben abstenerse de participar en las discusiones científicas y tecnológicas, aportando no solo consideraciones éticas, sino también promoviendo investigaciones y desarrollos con perspectivas más trascendentes y un profundo respeto por la dignidad humana.